Huevo del Castillo

La utilización del hielo con fines sanitarios, refrescantes o para conservación de alimentos se remonta a la antigüedad y abarca diversas culturas.



En lo que se refiere a Navarra, ya en la Edad Media en las sierras de Urbasa, Andía y Aralar se aprovechaba la nieve acumulada tanto en las simas naturales (leceas), como en los pozos construidos al efecto, y se comercializaba en diversas localidades del reino.



Es a comienzos del siglo XVII cuando en la península y Baleares se va a generalizar y popularizar el uso del hielo y se van a construir numerosos pozos de hielo o neveras. En Navarra destacan las de Pamplona, Corella, Tudela, Viana, Sangüesa, Fitero, Los Arcos, Aras, La Población y Olite.



El pozo de hielo municipal


La primera noticia que tenemos sobre un pozo de hielo en Olite nos la proporciona el Libro de Acuerdos del Concejo de 1603-1632 donde se menciona por primera vez el “remate de la nieve” en 1614. Este pozo estaba ubicado en la casa consistorial de la plaza mayor. En 1626 se nos detalla que el pozo se construyó “a concejil”, es decir, con la aportación del trabajo de los vecinos, costumbre que ha perdurado hasta mediados del presente siglo.



Al mismo tiempo (s. XVII) que el pozo de la casa consistorial funcionaba el pozo del hielo de palacio dependiente del Patrimonio Real.



La primera mención documental aparece en las cuentas de las reparaciones llevadas a cabo en 1636 donde se nos dice que “se labora durante diez días en el Pozo del Yelo”; las instrucciones son que quede “bueno y perfecto para muchos años”. No parece tratarse de su construcción sino de meros arreglos.



En 1665 se enajena el Pozo del hielo del Patrimonio real y lo adquiere el Concejo por 2.000 ducados. Desde esta fecha es el Concejo quien saca en arriendo el Pozo del Hielo. En 1785 se entabla un largo pleito entre el Patrimonial y el Concejo sobre la posesión del pozo y cavas del Palacio. El arriendo continuó con normalidad.



DESCRIPCIÓN.
El Pozo del hielo de Olite está situado al resguardo del Palacio Real en una zona protegida del sol y orientado hacia el norte. Se trata de una construcción subterránea, aprovechando un desnivel en pendiente, de planta circular realizada en piedra revestida de argamasa, cubierta por una cúpula ovoide que llama la atención. El diámetro de la planta es de 5,50 m. y su profundidad 8 m. A nivel del suelo tiene una puerta de acceso y se bajaba mediante una escalera de madera. A lo largo de los siglos ha sufrido diversas modificaciones en su aspecto exterior. En 1931, inexplicablemente, se ordenó su destrucción y la configuración actual es reconstrucción posterior.



FUNCIONAMIENTO.
Su explotación corría a cargo del Concejo y los acuerdos municipales, recogidos en los Libros de Actas y en los libros de Remates, nos hablan de sus características y funcionamiento durante tres siglos.



Desde la Edad Media la intervención de los Concejos en la vida económica ha sido muy importante: reglamentaban la venta de los alimentos básicos (pan, vino, carne, etc.), controlaban los pesos y medidas y regulaban los precios de los alimentos y los salarios. A comienzos del siglo pasado el Ayuntamiento se hacía cargo de los arbitrios referentes a la taberna, la venta de aguardiente, la venta al por menor del aceite, el garapito del vino, los puestos públicos de la carnicería y pescadería, la alcabala, el comercio ambulante y el pozo del hielo. El Ayuntamiento detentaba el derecho exclusivo de su venta y satisfacía una necesidad pública imprescindible.



Las características y condiciones que han regulado el arriendo y explotación del pozo del hielo se han mantenido en lo fundamental a lo largo de su funcionamiento, desde 1614 hasta 1919.



El arriendo se sacaba a subasta pública mediante edictos o pregón que determinaban las condiciones. La subasta solía tener lugar el sábado a las once de la mañana en el salón de remates de la casa consistorial, “previos los toques de campana que son de costumbre en tales casos”. Se constituía el alcalde en presencia del secretario y se abría el acto con la lectura íntegra y en voz clara al pliego de condiciones del remate por parte del Secretario. A continuación el Voz pública cantaba el tipo de la subasta, es decir, la cantidad marcada de salida y a cuanto ascendía cada tanto de mejora, si hubiera puja. Una vez encendida la “candela viva de remate”, si había algún vecino que admitía la postura y no se presentaba mejor postor, se le declaraba rematante. En caso de puja los interesados iban subiendo los puntos de licitación hasta que cesaba la puja o moría la candela. El arriendo no tenía efecto oficial hasta pasados seis días, en que acababa el derecho de sesteo. Cualquier vecino podía hacer uso de este derecho, que consistía en optar al arriendo si aumentaba una sexta parte el precio del mismo, dando lugar a una nueva subasta.



El precio del arriendo varió según las épocas y situaciones. En ocasiones se admitía la postura de salida, pero en otras muchas había que esperar a una segunda e incluso, tercera subasta. En las subastas que había puja el precio podía multiplicarse. En arriendos de comienzos del siglo pasado vemos que algunos años era el Ayuntamiento quien pagaba al rematante y en otros al contrario, dependía de la demanda del servicio. Más que una fuente de ingresos el arriendo del pozo del hielo tenía un carácter de servicio público.



El rematante gozaba de la venta de hielo en exclusiva, y ningún vecino o forastero podía introducirlo de fuera para vender, bajo pena de multa y embargo del producto.



En relación a las fechas el arriendo tenía lugar a finales de otoño. En caso que el arriendo se retrasara, algún año hasta febrero/marzo, el Concejo mandaba llenar el pozo y el gasto pasaba al rematante. El periodo que cubría el servicio comprendía fundamentalmente los meses cálidos, entre mayo y finales de octubre, “de la Cruz de mayo a Todos los Santos”.



La duración del arriendo ha sido variable a lo largo del tiempo, desde el arriendo por diez años a comienzos del siglo XVII, por cuatro el Pozo del Patrimonio real, al arriendo anual desde el siglo XIX.



La provisión de hielo se realizaba de lugares cercanos y en el caso del pozo del Palacio se abastecía de un pequeño embalse situado a sus pies, las hileras (heleras) o cavas (fosos junto al palacio). En caso de que fuera mal año de hielos o nieve, se traía de la cercana sierra de Ujué o de la Valdorba.



Los beneficiados del hielo eran principalmente los vecinos y viandantes, pero también se suministraba a los pueblos vecinos. En años de escasez se incluía la condición de prohibir la venta a personas de fuera y en caso de necesidad (epidemias) el Ayuntamiento podía hacerse cargo directamente del mismo.



Los principales destinatarios del hielo eran los enfermos, pero también se suministraba a los taberneros y para otros fines particulares (refrescar bebidas y elaboración de helados). Los enfermos tenían prioridad y se les suministraba a un precio inferior y a cualquier hora del día. Se aplicaba en procesos febriles, en tratamiento de hemorragias y como antiinflamatorio y analgésico. En casos de pobreza o personas acogidas a la beneficencia municipal se administraba de forma gratuita.



El último arriendo es de 1919. A partir de entonces el Ayuntamiento saca a subasta el remate del hielo, pero ya no del pozo del hielo, sino el suministro de hielo industrial.

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