Entorno turístico de Olite
Principe de Viana


600 años del nacimiento del Príncipe de Viana
Peñafiel 1421 – 1461 Barcelona

EL PRÍNCIPE DE VIANA Y OLITE

Este año conmemoramos los 600 años del nacimiento del Príncipe de Viana, el personaje más querido y recordado de los que moraron en el palacio de Olite. <BR> Son numerosas las publicaciones y trabajos de investigación sobre el príncipe, pero en este artículo voy a destacar lo relacionado con Olite
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Fue Carlos nieto de Carlos III el Noble y doña Leonor, e hijo de Blanca de Navarra y del infante Juan de Aragón.

Nació y pasó el primer año de su vida en Peñafiel, de donde su padre poseía el título de duque, para venir a Olite y hacer del palacio su residencia habitual en la infancia, juventud y años de gobierno como lugarteniente del reino.

Ya en 1422 las Cortes del reino celebradas en Olite le nombraron heredero de la corona que ostentaba entonces su abuelo, la que nunca llegó a lucir.

Carlos III aseguró su vida de lujo y ostentación con los bienes y rentas de un conjunto de villas con capitalidad en Viana, de ahí lo de Príncipe de Viana. El príncipe dispuso de un hostal numeroso de personas a su servicio, que incluían varios donceles y escuderos, clérigos y chantres, un camarlengo, un limosnero, un confesor, un maestro de esgrima, un copero, varios heraldos, ballesteros, arqueros, un sonador de arpa o juglar, etc.

Se puede decir que no tuvo padre, ausente del reino ocupado en sus intrigas y enfrentamientos en Castilla y después en Aragón y Cataluña, donde sucedió a su hermano Alfonso V. En el palacio vivió arropado por su madre y en compañía de sus hermanas las infantas Blanca y Leonor.

Recibió una educación orientada a ser rey, con destreza en las armas y en la administración; para “príncipe de las letras” con el aprendizaje del francés y del latín, y el gusto por la lectura y la escritura; se formó y participaba en actividades variadas como la música, el teatro, la danza, el dibujo, la poesía… y físicas, como la monta, la caza, la esgrima y los torneos.

Una de las actividades preferidas por el príncipe fue la caza. Frecuentaba los términos de Olite del monte encinar y la Plana, la sierra de Ujué y otras partes de Navarra. En 1438 la reina eximió de cuarteles a Diego de Unzué, vecino de Tafalla, en recompensa por los buenos y gratos servicios hechos al Príncipe de Viana durante las cacerías en los montes del rey, en Olite y Tafalla.

En ese mundo cortesano tan floreciente en el que se desenvolvió tuvieron un lugar importante los animales exóticos, que se alojarían en el palacio, en el jardín real o en los campos de Olite. Llamaría la atención la presencia de estos animales: ciervos, puercos monteses o jabalíes, un león y leona, osos, una mona, cisnes, papagayo, todo una algarabía de pájaros en la "gayola" (jaula), y 4 búfalos regalo del señor de Alfajarín Johan de Mur.

Otro ejemplo de ostentación y teatralidad lo vemos en 1433 cuando para Navidad le regalaron un gran dragón articulado hecho por el pintor Gabriel del Bosch y al año siguiente una serpiente de gran tamaño y "unos caballeros salvajes" para acompañarla. Todo aquel impresionante conjunto fue llevado de Pamplona a Olite en unas andas hechas a propósito, por una docena de hombres.

En la iglesia de Santa María de Olite se celebró en 1439, con gran pompa, la boda de Carlos con Agnes (Inés) de Clèves, hija del duque de Clèves y sobrina del poderoso duque de Borgoña. Amenizaron las fiestas en Olite varios juglares moros de ambos sexos llegados de Valencia, que entonces estaban de moda. El palacio de Olite fue la residencia habitual en los nueve años que vivió en Navarra. El matrimonio no proporcionó sucesor a la corona navarra.

Carlos no volvió a casarse, pero tuvo dos hijos y una hija fuera del matrimonio. En los años que vivió en Olite mantuvo relaciones con María Armendáriz, dama de honor de su madre Blanca y después doncella de su hermana Leonor. Fruto de ese amor fue Ana de Navarra. Carlos pensó en el matrimonio y se dirigía a María como «mi señora e mi amor». María casó en 1457 con Francisco de Barbastro, secretario del príncipe, y Ana con Luis de la Cerda, 5º conde de Medinaceli. Carlos procuró en su mantenimiento y le concedió diversos bienes y posesiones. En las cuentas reales encontramos la entrega de “9 libras y 16 sueldos a doyna Maria d’Armendariz, moradera en la villa de Olit, para ollio, candellas et otras cosas para su servicio”.

El palacio fue testigo de la visita a los príncipes del magnate alemán Sebastián Ilsung en 1446, en su periplo peregrino a Santiago de Compostela. La estancia en Olite quedó recogida en un pequeño relato que se hizo eco de la preferencia de los navarros por el príncipe en la disputa con su padre Juan II, de carácter demasiado belicoso. Preferencia fácil de entender por su ausencia habitual del reino ocupado en sus asuntos políticos y bélicos en Castilla. Acompaña al relato un bonito dibujo que muestra la recepción de los príncipes a Ilsung.

Carlos recibió una cuidada formación religiosa y moral. Participó de la intensa vida devocional de su madre Blanca de las festividades habituales y en el culto de los templos de Olite y de más devoción del reino.

El príncipe gozó de gran afecto y devoción por Santa María de Ujué. Cuando cumplió tres años sus padres lo llevaron “a Uxue para presentarlo a Santa María”. En esta ocasión regalaron un manto de paño de oro, un frontal y una capilla de oro. Con motivo de su boda toda la corte de Olite se encaminó de romería a Santa María de Uxue. Desde Olite partió en varias ocasiones en romería al santuario hasta 1551.

Participó también de la devoción de su madre a Santa Brígida y acudió en numerosas ocasiones a la ermita el día de su festividad el 1 de febrero. En 1443 el príncipe ordenó al recibidor de las Montañas dar 10 libras y 10 sueldos a los hermanos de Santa Brígida de Olite, importe aproximado de 2 puercos, conforme a las ordenanzas.

En 1433, en compañía de numerosos nobles de la corte, acompañó a su madre doña Blanca a visitar El Pilar de Zaragoza “por l’accident que en vuestra persona oviemos en nuestra villa d’Ollit”. <BR> En 1441 moría la reina doña Blanca y correspondía la corona al príncipe Carlos, pero una polémica cláusula del testamento, en la que su madre pedía a Carlos que no se coronara sin “el consentimiento y la bendición de su padre”, abrió las puertas a que Juan, contraviniendo la legalidad, retuviera y usurpara la corona al príncipe. Esta decisión fue el origen del largo y amargo enfrentamiento entre padre e hijo.

Nombrado lugarteniente del reino en ausencia de su padre, el príncipe asumió labores de gobierno como auténtico titular del reino entre 1441 y 1450. Fueron años placenteros para el príncipe, acostumbrado al lujo y a la diversión cortesana. Hasta esta fecha podemos hablar del “Príncipe dichoso”.

En esos años se habían ido formando dos bandos, beaumonteses y agramonteses, seguidores de Carlos y de Juan respectivamente, que provocaron la división de los navarros y una guerra civil fatídica. Los beaumonteses liderados por el linaje de los Beaumont, Juan, prior de la Orden de San Juan de Jerusalén y el condestable Luis, y los agramonteses en torno al linaje de Agramont, pero también de los Peralta. La legitimidad dinástica no fue el motivo principal de adhesión a uno u otro bando, sino la adhesión a favor de aquel que protegiera y asegurara su estatus de poder y el mantenimiento de propiedades y rentas en el reino.

La guerra tuvo una acción decisiva, la batalla de Aibar el 8 de septiembre de 1451, en la que fue hecho prisionero con sus principales seguidores. Antes de obtener la libertad el 23 de junio de 1453, previo compromiso de rendir las plazas sublevadas, el príncipe sufrió prisión en Tafalla, Tudela, Mallén, Monterrey y Zaragoza.

En Olite se celebró su liberación con gran alegría, con un gran recibimiento en la plaza del palacio viejo y atrio de Santa María, incluida la comunidad judía como lo recogen las Actas del Concejo del 25 de junio: "Ca ultra lo antescrypto los judios con la Tora lo vinieron recibir a la calle devant Santa Maria".

No es fácil imaginar la dramática situación de convivencia que se vivió en esos años. No fue una guerra de batallas, se caracterizó por el empleo de la táctica de asedio de plazas enemigas, secuestros, asaltos, robos, quema y tala de cultivos. Olite se mantuvo fiel al príncipe pero nuestros vecinos, Tafalla, Peralta, Caparroso y Ujué, eran adeptos a su padre. Muestra de esta hostilidad pone de manifiesto en 1451 cuando varios de los jurados del Concejo de Olite partidarios del rey tuvieron que dejar la villa.

Desde Olite divisamos en el horizonte la silueta del alto del “desolado” de Rada. En 1455 las tropas agramontesas mandadas por Mosén Martín de Peralta atacaron este reducto del Príncipe de Viana y lo conquistaron tras sangrienta lucha, arrasándolo casi totalmente para que sirviera de ejemplo.

El agravamiento de la situación llevó al príncipe al exilio en busca de la mediación y el apoyo a su causa. París, Florencia, Roma, Nápoles, Sicilia, Mallorca, para acabar en Barcelona donde murió el 2 de septiembre de 1461. Acabó siendo el “Príncipe desdichado”.

En 1994 celebramos en Olite el 555 aniversario de las bodas de Carlos y Agnes de Clèves y también fue recordado en el 50 aniversario del Parador y los 25 del Colegio Público, que llevan el nombre de Príncipe de Viana. Las Fiestas Medievales de nuestra ciudad también han evocado a los príncipes en la representación histórica. En el callejero hemos dedicado la plaza mayor al monarca Carlos III, un paseo a su esposa Doña Leonor y la Placeta a los Teobaldos. Bien se merece que recordáramos también al “Príncipe de Olite”.

Esta conmemoración es un buen momento para conocer la vida del príncipe, y qué mejor que la lectura. El libro de carácter más divulgativo es “El Príncipe de Viana” (Col. Panorama) de Eloísa Ramírez y del olitense Pascual Tamburri, que tradujo el gran libro del historiador francés Georges Desdevises “Don Carlos de Aragón, Príncipe de Viana”. O a través de las últimas aportaciones: “El hombre que pudo reinar” de Mikel Zuza o “El Príncipe de Viana y su tiempo” de Vera-Cruz Miranda. El príncipe de Viana demostró dotes de buen historiador en su “Crónica de los Reyes de Navarra” y su faceta de humanista en la traducción de la “Ética a Nicómaco de Aristóteles”.

Javier Corcín Ortigosa

Imágenes - Prisión del Príncipe de Viana. Parador de Olite
- Recepción de los príncipes a Sebastián Ilsung 1446. British Library de Londres