Entorno turístico de Olite
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MARIA CARAVANTES

María Carabantes cumple 100 años

Maria es madre de del profesor Mercury y del ex-municipal Angel Guerrero



2021-04-15
María Carabantes Chueca, nacida en Trasobares, Zaragoza, el 15 de abril de 1921. Tenía seis hermanos: Eleuterio, Rosalío, Anselma, Ramona, Ángeles y Escolástica.
¿Cuales han sido las fechas de su vida?
Las fechas más importantes de mi vida han sido mi boda con Manuel Guerrero, el nacimiento de mis tres hijos: Manuel, Javier y Ángel, y el fin de la guerra civil.

Las fechas más señaladas de mis hijos han sido las bodas del segundo y del tercero y el fin de la carrera de música del mayor en el Conservatorio Superior de Música Pablo Sarasate de Pamplona.


¿Has vivido en Olite todos los años?
No he vivido toda mi vida en Olite. Hasta los 14 años permanecí en mi pueblo, Trasobares, un lugar pequeño, pero con mucho encanto. Con el río Isuela que siempre baja con una agua muy clara, sus montes llenos de tomillo, manzanilla, té y sus árboles frutales. Mucho frío en invierno por la proximidad del Moncayo. A los 14 años me fui a Barcelona a servir donde ya lo hacía mi hermana, Ángeles. Allí estuve seis años, entre ellos los tres fatídicos de la guerra civil. Después volví al pueblo y me casé a los 21 años. Al año de estar casada me vine a Olite, como otros miembros más de la familia de mi marido, y desde entonces aquí vivo feliz y orgullosa de este pueblo y de haber tenido aquí a mis tres hijos.


¿Como fueron los años de su infancia?
Mi infancia en Trasobares la recuerdo como una infancia feliz. Entonces la gente aún no se había desplazado en grandes cantidades a ciudades como Zaragoza y Barcelona y éramos muchos niños y niñas los que correteábamos y jugábamos por las calles del pueblo. Eran tiempos muy distintos porque nos conformábamos con muchos menos lujos que ahora. Había más compañerismo, más ayuda entre los vecinos y una alegría que se compartía sin ningún recato. Y no hay que olvidar que no teníamos ni luz ni agua corriente. Se lavaba en el río antes de construirse el lavadero. Casi todas las casas tenían su cuadra donde se guardaban las caballerías, que en aquellos tiempos eran fundamentales para ayudar a las tareas del campo, sustento principal de todo el pueblo. No había televisiones y para hacer vida social la gente se reunía en el café. Para ir a la cama, ya de noche, teníamos candiles con mecha y aceite para iluminar las alcobas. También las casas disponían todas de hogaril, que servían tanto para cocinar como para calentar la vivienda. No pasábamos hambre, porque aunque no estuviésemos sobrados de nada, no nos faltaba alimento que llevar a la boca. La causa era que teníamos un corral donde criábamos, cerdos, conejos, gallinas...El pueblo tenía muchas bodegas caseras donde se elaboraba un vino fuerte, recio, de mucha graduación y que también servía de alimento.
Mi padre era molinero y a su molino venían de los pueblos colindantes como Tierga y Calcena para moler el trigo. Alegría y ganas de fiesta no faltaban. Los domingos después de misa había baile y toda la juventud acudía a bailar. No eran grandes ni siquiera pequeñas orquestas, era una guitarra y un acordeón. Mi marido tocó durante años el acordeón en esos bailes.


¿Como vivió los años de la guerra?
El tiempo de la guerra fue malísimo. Mucho bombardeo. Mucho miedo. A lo mejor estabas por la calle tranquilamente y, de repente, bombardeo sobre nuestras cabezas. Te metías en la primera puerta abierta que veías en la calle. Cuando el bombardeo se avisaba con antelación nos metíamos por sótanos y partes bajas de las casas que estaban medianamente preparadas para esos ataques. Pero claro, éramos jóvenes y cuando no había bombas y se podía íbamos mi hermana y yo a bailar y a divertirnos como si nada. Solíamos ir a centros regionales que había muchos en Barcelona. Los recuerdos son bonitos porque era joven y tenía familia en Barcelona. Servía en una casa donde me trataron como a una hija. Siempre les guardo un cariño imborrable, con ellos aprendí a hablar catalán. Pero la guerra deja también secuelas muy graves y se pasa mucho miedo.

¿Como se encuentra actualmente?
Pues estoy esperando a los 100, que si te digo la verdad nunca pensé que podía llegar. Me encuentro muy bien. La memoria es de lo que mejor conservo. Lo que me duele es que, después de la operación de cataratas en los dos ojos hace seis años, no veo bien. Leía mucho y también me gustaba coser y ahora ya no puedo hacerlo, pero por lo demás no me voy a quejar porque he llegado hasta aquí y hay muchísima gente que no lo ha conseguido.

¿Qué recomendarías para llegar a los 100 años?
No sé si hay alguna receta para llegar a los 100 años. Sí puedo decir que a mí me ha ido muy bien ser muy trabajadora desde niña, tener una vida sin sobresaltos, no haber tenido enfermedades nunca, mostrar buen humor y, sobre todo, una gran ilusión por vivir.

¿Cómo se gano la vida?
Empecé bien pronto con mi salida a Barcelona para ayudar a mi familia. Después, cuando vine a Olite con 21 años ya casada, tampoco paré de trabajar. Cogí un traspaso en una bajera de la calle de Medios (en las cuatro esquinas) y puse una tienda de ultramarinos donde vendía frutas, verduras y cualquier tipo de productos que en aquel tiempo se consumieran. Me tocó también hacer colchones con mi marido, colchas y sillas. Con un carro y un caballo íbamos los dos a vender a Tafalla, Pueyo, Artajona y San Martín. Vendíamos, especialmente, nueces, miel, manzanas, aceite y almendras. Durante muchos años iba a mi pueblo a comprar esas nueces, miel, almendras y manzanas que allí se criaban. Estaba un mes y me llevaba a un hijo que asistía a la escuela en el pueblo. Después, todos esos productos los vendíamos en la tienda y en el mercado de Pamplona. Años de mucha actividad y poco descanso, pero era la forma de sacar la familia adelante. Lo hacíamos con mucho esfuerzo, pero con gusto. Más tarde vinimos a vivir al barrio de Venecia y aquí también puse una tienda que la mantuve hasta mi jubilación. Un barrio entrañable, divertido y muy unido. Durante años celebramos la verbena el 26 de agosto con una orquesta, baile, vino, canciones y mucha alegría.

¿Echa de menos Trasobarres?
Cuando llegué a Olite me sentía tímida y un poco retraída. Más tarde la gente me acogió con todo el cariño y eso lo notas y te levanta la autoestima. Por lo tanto, aquí soy feliz y estoy orgullosa de haber vivido aquí, un pueblo precioso, todos estos años y de haber dado a luz a mis tres hijos. Sí es cierto que las raíces siempre tiran y siempre me acuerdo de Trasobares porque ahí nací, ahí tuve mi infancia y juventud y ahí conservo mucha familia y unos recuerdos preciosos que no se pueden olvidar. El pueblo de Trasobares es como una gran familia, una piña muy bien avenida y una juventud que en cuanto puede regresa al pueblo y realiza actividades para darle vida y que no muera y eso es de agradecer.
Por eso, yo siempre llevo a Trasobares en mi corazón.
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