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2021-07-31
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PRINCIPIANTES, De que hablamos cuando hablamos de amor.

Nos encontramos ante la adaptación teatral de uno de los relatos más cono- cidos de Raymond Carver, publicado originalmente en 1981.
La pieza gira precisamente en torno al tema del amor a través de cuatro per- sonajes que conversan en una cocina: un matrimonio “veterano” y una pareja de amigos más jóvenes cuya relación es más reciente. A lo largo de una tarde, en una atmósfera marcada por la luz cambiante, los cuatro comparten sus experiencias e ideas, grandes y peque- ñas, sobre lo que significa el amor y la necesidad del otro. Romántica y des- garradora, realista y poética al mismo tiempo, este espectáculo no solo es referente de una época, sino que nos atrapa hoy con la fuerza de una pieza de música esencial.
Cuando el relato vio la luz por pri- mera vez, fue recortado a la mitad por Gordon Lish, amigo y editor de Carver. Este montaje se basa en la versión original, que se recuperó en 2007, y también en otros pasajes y fragmentos del autor americano, con lo que la pro- puesta quiere ser una inmersión com- pleta en los elementos recurrentes del universo Carver: las relaciones de pa- reja, el amor y el alcohol como refugios, pero también como armas mortales, la predestinación frente al azar, y la textu- ra literaria de la experiencia americana.


Andrés Lima lleva cuatro décadas dedicado al teatro y ha dirigido algunos de los espectáculos más innovadores de la escena española. Por su dirección han pasado adaptaciones de autores clásicos, pero también a textos de dramaturgos contemporáneos, como el escritor estadounidense Raymond Carver, cuyos relatos son la base de 'Principiantes'. De qué hablamos cuando hablamos de amor, obra con la que llega a un festival que conoce muy bien.

Raymond Carver se suma a los autores que ha llevado a escena. ¿Ha sido fácil adaptar su realismosucio al teatro?
Conocía su existencia, pero nunca me había parado a leer nada de él. Esta obra me la ofrecieron los productores y, al mismo tiempo, Juan Cavestany me pasó la adaptación que estaba haciendo de Principiantes. Me fascinó y eso hizo que me acercara a los relatos de Carver, lo que ha sido un mundo nuevo para mí. Cuando lees a Carver por primera vez piensas que es imposible adaptarlo al teatro. Es una literatura que se basa mucho en lo que está oculto, detrás de lo que se escribe. Es un escritor muy conectado con todo, muy ochentero.

¿Los textos son tan poderosos como para sustentar la trama en un escenario con cuatro personajes, una mesa y varios gin tonic?
Es un viaje interno a través de lo que parece ser una borrachera, pero que en realidad es una lucidez tremenda para hablar del amor, del desamor, de la soledad, de la muerte. La finalidad de la obra, como casi toda buena literatura o teatro, no es más que ser un reflejo que nos haga preguntas sobre nosotros mismos.

Han pasado 35 años desde que se publicara la obra. Lo que narraba Carver, ¿sigue teniendo sentido en la actualidad?
Es literatura muy reciente, moderna y contemporánea, pero aunque fuera más antigua, el ser humano sigue existiendo igual. Seguimos siendo prácticamente iguales. Aunque vistiera de trogloditas a los protagonistas, la obra tendría el mismo sentido. Trata de algo intemporal como son las relaciones humanas.

Principiantes habla de amor, pero Andrés Lima, ¿también habla de amor?
Hablar de amor siempre está ahí, como la muerte. Son los dos grandes temas de la literatura universal. Lo que me llamó poderosamente la atención de esta obra es que no solo habla de amor, sino de la naturaleza del amor, a qué responde, que puede ser el interés, el sexo, incluso la autodestrucción. Se adentra en zonas que no nos gusta visitar. Es una reflexión bonita porque todo lo que tenga que ver con el amor siempre termina siendo constructivo. Siempre es mejor dar amor y recibirlo que la violencia, la enemistad o el odio.

¿Le resulta fácil a un director conseguir que el teatro sea una herramienta para la reflexión?
y qué quiere conseguir con el teatro. Yo lo tengo claro y por esa dinámica sigo. El teatro que disfrutamos nace con la tragedia griega, más o menos, y nunca ha sido ajeno a la otra cara de la luna, es decir, ver no sólo las diversiones, sino también los problemas que acarrean muchas veces esas diversiones. Principiantes, por ejemplo, pone sobre la mesa los problemas que trae la bebida a largo plazo.
Cuando un texto llega a sus manos, ¿qué valora para llevarlo al escenario?
Me tiene que remover y conmover, las dos cosas. Si no siento algo, prefiero no hacerlo. Si a mí me llega al fondo lo que estoy leyendo, voy a intentar que pase lo mismo con el espectador que lo recibe, ese es el interés que tengo.

Dirige obras de distintos autores, estilos y épocas. ¿Cree que sus montajes son reconocibles por el público?
Me gusta mirar alrededor, ver lo que pasa e intentar reflejarlo en el teatro, sobre todo para intentar hacerme preguntas sobre mí mismo y la gente que me rodea. Por eso, se puede hablar en el escenario de cualquier cosa, pues me interesa tanto hablar del amor como de la guerra de Irak. El tema no es lo fundamental, es el punto de vista, lo personal, lo que hace que sea mi obra y no la de otro. ¿Mi punto de vista cuál es? Igual es mejor que respondan los demás porque yo estoy demasiado cerca.

Esa mirada personal a la que se refiere ¿tiene algo que ver con el compromiso social?
Me interesa bucear en el ser humano y el arte me ayuda a hacerlo. Algo que es bueno en sí mismo es tener una mirada que va más allá y eso es lo que intento hacer. Me interesa el teatro social, el teatro documental, el compromiso con el mundo en el que vivo. Pero también me atrae el teatro introspectivo que mira dentro del alma de la gente. Por eso, no me ciño a un estilo, prefiero nadar por todos los sitios que pueda y me inquieten.

Tener obras en cartel, ver que la gente acude al teatro, ¿es un rayo de luz para las artes escénicas?
La gente siempre ha acudido al teatro, pero el regreso después de la pandemia ha sido muy interesante. La gente está ávida del encuentro, de las artes y de la fiesta del teatro por lo que conlleva de encontrarse y hacerse preguntas. Hay algo de urgencia, de que el ser humano busca alivio y se encuentra a sí mismo yendo a un espectáculo.

La pandemia, ¿nos va a cambiar como sociedad?
No sé si cambiar del todo y hacia donde, pero desde luego nos está cambiando. Un shock tan fuerte siempre te hace variar el rumbo. La propia conciencia de la fragilidad que somos te hace valorar más el presente y la gente es solidaria, de pronto se ayuda, es consciente de la salud pública. Pero hay otro lado en el que el ser humano saca sus uñas y sus garras e intenta aprovecharse de la situación. Personalmente, creo que a lo hecho pecho, la pandemia es horrorosa pero el ser humano siempre va a aprender de los golpes, de las caídas. Ahora, como colectivo y como humanidad, no sé en qué medida se va a aprovechar. Creo que hay que estar muy alerta.
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