CINE EN OLITE
Joaquin Calderon en la proyección de la película Sarasate, el Rey del Violin.

Texto y fotos: www.olite.com.es


La Casa de Cultura de Olite acogió ayer la proyección de la pelicula Sarasate, el Rey del Violin. El público asistente fue mayoritariamente alumnos y amigos de la música.

En la presentación y en la finalización contamos con la asistencia del director de la película Joaquin Calderón, que contestó a todas las preguntas que le realizaron al finalizar la película.

Joaquin Calderon en la proyeccion de la pelicula Sarasate, que se proyecto ayer en la Casa de Cultura.

Joaquin Calderon:

En cualquier otro país ya habría cinco películas sobre Sarasate y un museo de cuatro plantas

La película recorre la peripecia vital de Martín Melitón adentrándose en facetas menos conocidas para el gran público, incluyendo las palabras de su sobrino nieto Javier Trías y abundantes testimonios de intérpretes y expertos que trazan la enorme dimensión que tuvo el violinista mejor pagado de todos los tiempos.

Este es el primer documental sobre Pablo Sarasate. Sorprendente.

-Eso es. Conocí a Anna Radomska, que era violinista de la Orquesta Sinfónica de Navarra, durante un reportaje para un magazine cultural, y me picó la curiosidad. Empecé a buscar material sobre Sarasate y vi que no había ni reportajes ni nada. Por supuesto, hay libros y música, pero nada audiovisual y ahí es donde me crecí un poco y decidí lanzarme. Al principio lo hice sin contarlo mucho, en 2013 hice las primeras entrevistas y a partir de ahí fui presentando el proyecto a más gente. Conocí a Ara Malikian, que me llevó a su casa y me asesoró un poco desde el lado musical; también a María Nagore, que estaba escribiendo El violín de Europa y que me fue adelantando capítulos del libro; me puse en contacto con Joseph Gold, de San Francisco, que es especialista en Sarasate y en Paganini...

Se metió en un buen lío.

-Sí (ríe), fui hablando con más gente y me fui enamorando del personaje. Como muchos en Pamplona y en Navarra, yo apenas sabía que era muy famoso, que era de aquí, que venía a tocar en Sanfermines al Teatro Principal y al balcón de La Perla y poco más. Y el Zapateado, claro, porque lo ponen muy a menudo en la radio. En cuanto empiezas a leer y a descubrir su vida, que se queda huérfano con 11 años, que lo mandan a París, donde no solo entra en el Conservatorio, sino que, además, gana el concurso...

El título del documental, El rey del violín, ya es una declaración de intenciones.

-Nace de un artículo que compré de una revista de la época en la que le llamaban así. Me pareció un buen nombre.

¿Tenía claro que el hilo conductor de la película iba a ser Anna Radomska?

-Sí, Anna me ofreció ayuda desde el principio y me pareció que había que corresponderle. Además, vi su participación muy clara. Trabajaba de violinista en la Orquesta Sinfónica de Navarra y encima viene de un pueblo, Lublin, que es donde nació Henrik Wieniawski, al que se conoce como el Pablo Sarasate polaco. Es como un círculo que se cierra. Su papel era indispensable, sin Anna no hubiera hecho esto. Fue la primera que me apoyó, lo mismo que me han apoyado Pablo Blanco en el montaje, Joaquín Romero, de la orquesta; José Antonio Hidalgo, de Gazpi-Mercedes... Un documental es muy complicado de hacer y lo hemos hecho con todo el amor de la gente que me ha ido apoyando.

Hay muchos testimonios en la película, ¿cómo entró en contacto con esas personas y cuál fue su respuesta?

-En general, la gente se sumó enseguida. Podíamos haber contado la misma historia con menos gente y en menos sitios, pero me parecía más vistoso. Podía resultar interesante incorporar a Joseph Gold, al que trajimos desde San Francisco; a Tianwa Yang, de China... De esta manera, quizá por tener a estas personas la película podía interesar en esos países. Aparte, esta era un modo de mostrar que Sarasate no solo es algo de aquí, sino que es conocido en todo el mundo. En Japón le adoran, en Norteamérica y en Sudamérica también... El hecho de que en el documental salga gente tocando sus piezas con guitarra eléctrica o con trompeta es como decir que su música está viva y que no solo está en el repertorio de la música culta, sino de todos los músicos. Las composiciones de Pablo son impresionantes.

La música, de hecho, está muy presente en el documental, que al final parece un gran concierto.

-Fue una de las cosas que me parecían más difíciles, pero no podíamos hacer una película sobre Pablo Sarasate en la que no le escucháramos. Una de las patas del documental es su música, otra es su historia y la tercera es algo que no me resistí a hacer. Quizá porque soy actor, aunque al final lo que me gusta es dirigir, hicimos unos pedacitos de ficción para poder mostrar cómo era, qué bromas gastaba y la parte de la madre, que me parece muy tierna y a la vez muy irónica, porque cuando le está escribiendo a su marido que al día siguiente se va con el niño a Francia y que ya parece que ha remitido la epidemia de cólera, no sabe, claro, que a los pocos días ella misma va a enfermar y morir. En la carta dice “que Dios nos dé buen viaje”... La vida.

Uno de los testimonios más entrañables y, a la vez, valiosos es el de Javier Trías, el único sobrino nieto de Sarasate que queda vivo y que a los 93 años -ahora ya casi 95- exhibe una gran memoria.

-Nos sorprendió. Es curioso, cuando empecé a hacer la película no hablé con Javier Trías, me daba respeto y a la vez pensaba que la familia tal vez iba a querer supervisar lo que iba a contar. Me lancé a trabajar poco a poco y tuve la suerte de que llegó a sus oídos lo que estaba haciendo y me dijeron que les apetecía ayudarme. Se ofrecieron a enseñarme cartas y otros documentos y a contarme historias familiares y ahí se me abrió otra puerta. Fui a casa de Javier, que me contó unas cuantas anécdotas, de las cuales, algunas están en el documental, otras no, pero están grabadas, y hay otras que están sin grabar, pero son curiosas y bonitas.

No ha evitado adentrarse en terreno pantanoso y toca temas como el de la sexualidad de Sarasate.

-Quería hacerlo con respeto. Yo soy defensor de la opción sexual de cada uno y como en este tema hay diferentes puntos de vista respecto a lo que era o no era Pablo Sarasate, lo que quería era dejar el tema abierto y defender que fuera lo que le diera la gana ser. En la época en la que le tocó vivir, ser homosexual o bisexual no estaba bien visto, y por lo tanto no lo podía mostrar. Tal vez lo fuera y no pasa nada.

También apunta que tal vez su muerte no fue natural...

-Sí, en ese caso tengo claro lo que pasó, pero no lo quiero certificar en la película porque igual me meto en un lío.

¿Por qué lo tiene tan claro?

-Pues por las conversaciones que he tenido con la familia, pero que no están en la película, en la que hemos dejado ese tema más abierto para que no haya problemas. Pero, por lo que me cuentan, estaba claro que no murió de modo natural. No avisaron a la familia de que iba a morir, las hermanas se enteraron de la muerte por la prensa, pero lo determinante es el testimonio del médico que le atendió al final y que llamó a la familia a los meses para contarle lo que había visto. Fíjate qué mal tenía la conciencia para tener que desahogarse. Él dijo que los moratones que Pablo tenía en el cuello no los produce un enfisema pulmonar... Parece claro que hubo un estrangulamiento, no sabemos si como una especie de eutanasia o por la gran herencia que estaba en juego. No se produjo ningún asalto a la casa, así que tuvo que ser alguna de las personas que vivía con él. Tenía un ayudante de cámara ruso que la familia descarta porque era muy leal a Sarasate, estaba el servicio doméstico, que tampoco, y si vas quitando, pues quedan muy pocos... Y además hubo cambios de albacea en el testamento...

¿Qué ha aprendido con este trabajo?

-Lo primero, lo difícil que es hacer un documental. Luego, un poco acerca de Sarasate. Lo que me llevó a hacer el documental fue el desconocimiento, igual que cuando hice Sáhara no se vende. Había oído hablar a mi padre de la Marcha Verde, pero poco más, y me metí en ello por curiosidad. Y con Pablo me ha pasado lo mismo, me apetecía saber de un personaje así. Cuando descubres que era una figura tan importante y todo lo que fue a nivel mundial, me sale el lado pedagógico y me parece importante tener una herramienta para contar quién era. Que cuando mi sobrino vea estos 76 minutos pueda saber quién fue, qué representó y de dónde viene la tradición musical tan arraigada en Navarra. Él fundó la Orquesta Santa Cecilia, origen de la Orquesta Sinfónica que trae aquí grandes músicos.

¿Y somos conscientes de su dimensión?

-Creo que no, y es una pena. En cualquier otro país habría cinco o seis películas sobre Sarasate, el museo tendría cuatro plantas y habría más interés. Nunca he llegado a entender por qué. Parece que últimamente se le está dando más bombo y espero que el documental ayude, pero es sorprendente que la figura no sea más importante.

La película se estrena este viernes, ¿cómo anima a la gente a que se acerque a verla?

-La verdad es que ya estoy muy contento con las cosas que me están llegando del preestreno del martes. A la gente le diría que es una parte de la historia de Navarra que creo que está bien contada, de una forma ligera, amena, no se hace pesada. Y si quieren apoyar a los realizadores y productores de esta tierra, la mejor manera de hacerlo es viniendo. Hemos puesto las entradas a 5 euros.

 

Texto: Noticiasdenavarra.com

https://www.familiabelasco.com

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